La bella
Gabriela, ex reina del Yamor y actual Presidenta de la Asamblea, nos ha
comunicado su ferviente deseo de virar la tortilla, para que “los pobres coman
pan y los ricos mierda, mierda” (perdón por la grosería, pero es una cita
textual). Gabriela, por supuesto, se ha incluido entre los pobres que comerán
pan, y yo, al igual que Martín Pallares el domingo en “El Comercio”, me
pregunto ¿cuánto ganará la bella Gabriela?; ¿será pobre de solemnidad?. Para un
pordiosero, y hasta para un trabajador que gana el salario mínimo, una persona
que recibe más de cuatro o cinco mil dólares mensuales seguramente será percibida
como rica, por lo cual calificaría para aceptar la invitación a la coprofagia. ¿Estarán
invitados a la opípara cena todos los Ministros, Subsecretarios, Asesores,
Asambleístas, cuyos ingresos superan esas sumas?. ¿Serán convidados los nuevos
ricos, aquellos contratistas que han obtenido pingües ganancias en la
construcción de la obra pública, realizada a lo largo y ancho de la Patria
toda? (contratos obtenidos en buena lid, en concursos abiertos y transparentes,
por supuesto). ¿Llegarán también al convite los prósperos empresarios que, con
todo derecho, ni más faltaba, han apoyado desde siempre a la revolución
ciudadana, aquellos a los que Alberto Cortez definió como “pequeños burgueses,
con una leve tendencia izquierdosa”?. ¿Asistirá a la comilona Fabricio Correa,
por ejemplo, quien, por boca propia,
confesó tener varios millones, aún antes de haber contratado con el Estado
durante este régimen?. Quizá la bella Gabriela no reparó en el alcance de sus
palabras, y, al igual que lo hizo en el discurso de su posesión, en donde leyó citas
literarias fuera de contexto, quiso dárselas de muy original y pasar a la
Historia, pronunciando la frase de marras, frase que un grupo folclórico cantaba
con entusiasmo en la década setenta. Me atrevo a pensar que la bella Gabriela
no reparó que escupía al cielo, y que sus palabras podían herir las
susceptibilidades de algunos millonarios que, con todo derecho repito, apoyan
incondicionalmente a su Jefe. Yo no califico para la coprofagia, pero confieso
que sí me como M…., cuando escucho tantas tonterías.
Freddy Rodríguez
García
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